Cuando se piensa en una ingeniera o ingeniero comercial, rápidamente la mente nos lleva al mundo de los negocios, la administración, la economía o las finanzas, lugares propios de las empresas, la banca o el retail. Pero un ingeniero comercial, como cualquier otro profesional, puede realizar una exitosa carrera académica en el mundo universitario.
Un claro ejemplo de esto, es la carrera que ha desarrollado el Ingeniero Comercial y Alumni de FACEA, Dr. Cristian Guzmán, un magallánico que decidió un día salir de Punta Arenas para recalar en la Región del Biobío y estudiar Ingeniería Comercial en la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas (FACEA) de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), sin imaginar el devenir de su historia. Recientemente, este exalumno de FACEA, acaba de recibir el grado académico de Doctor en Economía y Negocios por la Universidad del Desarrollo, sumando así, un nuevo investigador al cuerpo académico de la Facultad.
¿Cómo tomas la decisión de, una vez egresado, seguir una carrera académica?
En gran medida, creo yo, por la dinámica en los estudios. Recuerdo que cuando estaba en segundo año de la carrera me empezó a ir muy bien en los ramos de economía y fueron unos amigos los que me motivaron a que hiciera ayudantía. Así fue que me animé y comencé trabajando como ayudante del profesor Gonzalo Sanhueza, una actividad que realicé hasta que terminé la carrera. Y claro, en ese camino fui aprendiendo mucho más de economía, a mantener un diálogo más académico con los docentes y con eso, generar más cercanía con los profesores del departamento. De esta manera me fui involucrando con la investigación y despertando, al mismo tiempo, el gusto por investigar, lo que, en gran medida, determinó que decidiera realizar una tesis de grado, algo mucho más académico, como requisito de titulación y no el examen de grado que era la otra opción.
Fue así que, una vez titulado, me ofrecieron la posibilidad de quedar trabajando en la Facultad, lo que acepté sin tener que pensarlo mucho. Una vez dentro, empecé a entender mucho más qué es la vida académica, partiendo por reconocer las debilidades que tenía en investigación, lo que me hizo ver, por un lado, las oportunidades que esto podía generarme y, por otro lado, la necesidad de irme perfeccionando en economía que era la línea que venía desarrollando del pregrado.
¿Cómo era tu relación con los académicos en ese tiempo y cómo crees tú que influyeron en tu carrera?
Recuerdo que éramos muy cercanos, era un departamento pequeño y en formación, eran tres o cuatro académicos, así que me tocó trabajar con todos y aprender de todos. Bueno, Gonzalo Sanhueza, que en ese tiempo estaba enfocado en la micro economía; Alex Solís, con macro economía; también estaba Daniel Stuckrath, que hacía econometría, entonces como me tocó trabajar con todos de todos aprendí, me fui alimentando de cada uno de ellos y de teoría económica que era lo que yo necesitaba para poder investigar. Recuerdo que, en esta línea, mi tesis fue parte de un proyecto DIN de investigación del profesor Sanhueza, lo que me ayudo bastante, porque fue todo un año de trabajo de investigación en conjunto.
¿Cuál es la primera necesidad profesional que identificas en este camino y cómo la resuelves?
Lo que queda más en evidencia es la necesidad de contar con un postgrado, en ese momento la planta académica de la Facultad era 100% postgrado, todos tenían magíster. Consciente de la necesidad, tuve la posibilidad de estudiar el MBA que la Universidad de Chile dictaba acá, recuerdo que todos los años había un cupo para la Facultad, así que postulé al concurso, fui seleccionado y cursé mi primer magíster. Pero, claramente, para hacer investigación requería de un programa mucho más aplicado, más teórico, entonces una vez que terminé el MBA postulé al Magíster de Economía Aplicada en la Universidad de Concepción y así entré de manera más directa a la investigación, y claro, con la reciente obtención de mi doctorado esto se soluciona mucho más.
Pero, además, junto con ir adquiriendo estas competencias que me ayudarían a potenciar la investigación, fui desarrollando otras áreas académicas, como la gestión y dirección. Se tiende a creer que los académicos solo hacen clases y algunos investigan, y que eso es todo, pero en este proceso también me tocó realizar gestión. Primero, fui jefe de carrera subrogante de las dos carreras de pregrado de la Facultad, ingeniería comercial y de contador auditor, por un período de más de un año y medio. Luego, ya de manera más formal, me nombran coordinador de postgrado y formación continua, cargo en el que estuve cerca de cuatro años.
¿Cómo logras sobrellevar todas estas actividades y, al mismo tiempo, seguir formándote académicamente?
Lo primero es conocer bien el cargo y tener la capacidad de formar buenos equipos de trabajo. Hacer gestión, implica estar en contacto con otras personas, conocer temas administrativos y resolver algunas cosas de ese estilo y, claramente, también, tratar de armar equipo, distribuir bien las tareas, tratar de generar ciertas sinergias en el trabajo para que, de alguna manera, se produzca una mezcla entre autonomía y trabajo colaborativo. Lo principal es ir aprendiendo y armando equipos, contar con gente que esté dispuesta a aprender de manera permanente pero que también esté dispuesta a asumir responsabilidades, dentro de las libertades que da cada cargo en función de la estructura organizacional. Eso, por un lado.
Ahora bien, por otro lado, la academia es algo que está en constante evolución. La industria universitaria ha cambiado bastante, si bien, cuando entré a la Facultad el requisito era tener el grado de magíster, actualmente, para poder hacer investigación de frontera, postular a fondos, generar redes de contacto, se hace necesario tener el grado académico de doctor. Ahí tuve dos opciones, un programa en Argentina, en el que finalmente no fui seleccionado, y justo uno que se abrió acá en Concepción en la Universidad del Desarrollo, que fue el que tomé.
¿Y cómo fue tu experiencia en el doctorado?
Fue una gran experiencia, compleja en algunos momentos, pero positiva finalmente. Bueno, ahí es la familia y son los amigos los que ayudan. Al final siempre hay gente que te conoce y se da cuenta cuando uno está pasando por momentos difíciles y te pregunta y, entre una conversación y otra, uno va viendo quién está a tu lado, efectivamente, y cuáles los apoyos que uno tiene. Y, por otro lado, en el mismo doctorado tenía una compañera con la que podía estudiar y con la que logramos construir una amistad bien sincera y cercana y entre los dos nos apoyábamos para poder terminar con éxito nuestro doctorado. Por eso digo que, en ese tiempo, fue fundamental la familia y los amigos. Gracias a eso salí airoso ese primer año que fue muy complejo, sobre todo al final, en donde había una gran presión, pero gracias a Dios salí adelante. Yo creo que todo es parte de la experiencia de haber hecho el doctorado, después vendrá una evaluación más profunda, pero creo que tomar la decisión de seguir cuando lo más fácil, quizás, era salirse, creo que fue la mejor decisión después de todo.
Y hoy, después de este largo recorrido ¿Cómo te proyectas para el futuro académico y laboral?
En esta nueva etapa, lo primero, es aprovechar mis redes de contacto, entre ellas los trabajos que estoy realizando con mi ex profesor guía y otro colega. Es un momento en el que tengo que gastar tiempo en seguir adquiriendo experiencia para investigar, escribir, incorporar herramientas particulares para poder publicar y desarrollar una línea de investigación clara, junto con generar redes de trabajo y, de alguna u otra manera, en términos de investigación, entrar a ese grupo importante de académicos de la Facultad y ser un aporte.
Y, por otro lado, servirle de ejemplo a los estudiantes. Cuando converso con algunos de ellos les comento que yo soy exalumno de la Facultad y tuve las mismas dificultades y debilidades que ellos, el mismo origen educacional, los mismos problemas familiares para ingresar, yo me vine de Punta Arenas a estudiar acá. En mi caso venir a estudiar a Concepción fue una decisión muy costosa, en todo sentido, si bien, tener familia acá me ayudó, en esos años, el 2000, venir de allá claramente implicaba un costo económico importante y lo único claro que tenía, era que venía solo a estudiar la carrera, sin saber que iba a hacer una vez que me titulara. Fue una decisión complicada, principalmente, por el estilo de vida que teníamos allá, mucho más familiar. Por eso trato de motivarlos para que, en este período, aprovechen las oportunidades que se les presentan (…), porque cuando uno se proyecta puede cumplir cualquier objetivo que tenga, ya sea como investigador, académico, o como emprendedor de su propio negocio.
¿Qué destacarías de tus años de formación universitaria?
Lo que destaco es esa cercanía que se daba entre estudiantes y compañeros, entre estudiantes y profesores, y las actividades que se realizaban y aportaban en este sentido. Lo otro, la visión y voluntad que había por crecer como Facultad y eso se notaba, muchos de los profesores de este tiempo eran exalumnos y estaban comprometidos con la Facultad y con ganas de seguir creciendo. Bueno y ahora lo que veo, es que esas ganas aún se mantienen, tener el doctorado propio es una muestra clara del proceso de crecimiento que tenemos y yo creo que hay que mantener eso. Actualmente tenemos varias metas por las que tendríamos que seguir creciendo, sin perder parte importante de la cultura, como la cercanía, las cosas lúdicas, este concepto de comunidad. Veo que hay cosas que no se pierden, tal vez se puedan mejorar algunas, arreglar otras en el camino, pero aprovechar lo que tenemos, porque es ese compromiso, de parte de la comunidad, por seguir creciendo, el que nos tiene que potenciar para los próximos 10 o 15 años.
